A raíz de un artículo que recibí con mucho agrado, leí que pocos escudos cubanos poseen “figuras” femeninas, lo cual me condujo a reflexionar sobre el tema y a rastrear esos elementos, que prefiero denominar alegorías femeninas, para luego valorar si efectivamente son pocos… o no. Para ello es necesario profundizar en la Heráldica, que es el arte de componer escudos de armas y la ciencia que los estudia. Comencemos por la Heráldica Cívica para luego pasar a otras ramas de la Ciencia Heroyca: los escudos cívicos son aquellos que representan entidades geopolíticas, que en nuestro país se circunscriben, por mandato constitucional, a las provincias y los municipios, además del Estado nacional que se inserta en la Heráldica Cívica en tanto constituye la máxima expresión de la organización política de la sociedad; dicho de otro modo, es requisito sine qua non que estas corporaciones estén vinculadas a la territorialidad del Estado. Otros países presentan disímiles divisiones políticas como estados, distritos, departamentos, cantones, concejos, parroquias, etc., en concordancia con la territorialidad que cada uno ha adoptado, de tal suerte que todos los escudos que representan a estas instituciones del Derecho Administrativo, tributan a la Heráldica Cívica.
La reforma constitucional cubana de 1992 introdujo una nueva estructura política en el escenario de nuestra territorialidad, que no constituye una corporación cívica ni una instancia administrativa intermedia, pero que ciertamente está investida de funciones estatales, y aunque no tiene personalidad jurídica propia, goza de un reconocimiento administrativo que le permite desempeñar algunas funciones reguladoras de la vida en sociedad: los consejos populares. Desde el año 2006 se está intentando representar, con relativo éxito, estos consejos por medio de escudos de armas, en cuyo empeño destacan los municipios San José de las Lajas, en La Habana, y Plaza de la Revolución, en Ciudad de la Habana, de manera que, aunque no es estrictamente una corporación cívica, hemos incluido los escudos de armas de los consejos populares en la Heráldica Cívica cubana.
Visto ya el campo en el que pensamos trabajar, pasemos a estudiar expresiones concretas de la Heráldica Cívica cubana con alegorías femeninas, y aunque es muy difícil mantener un riguroso orden cronológico en estos escudos, la trascendencia de nuestro escudo primado es tal que conviene estudiarlo primero. El escudo primado de Cuba es el que concediera el Cardenal Cisneros, a la sazón Regente del Reino, en 1516, y que más tarde concedieran nuevamente las Majestades de D. Carlos I de España y V de Alemania y D.ª Juana, en 1517, a la entonces Ysla de Fernandina, denominada así desde 1508 por D. Fernando V, Rey de Aragón y viudo de D.ª Isabel, la Católica. En este escudo aparecen tres alegorías femeninas, es decir, tres símbolos que representan a dos mujeres: la letra “Y” y el yugo en representación de la reina D.ª Isabel, y la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, que representa a la Virgen María, madre de Jesús.
La letra “Y” es la inicial, según la ortografía de ese momento, de Su Majestad Católica, para entonces fallecida, y tiene estrecha relación con el simbolismo del yugo. Era muy frecuente en aquellos tiempos la concesión de escudos de armas cívicos con “cifras”, es decir, con las iniciales de los reyes; por ejemplo, el escudo de la ciudad de Nuestra Señora Reyna de los Ángeles (hoy Los Ángeles, en Estados Unidos de América), otorgado en 1538, traía las cifras del Emperador D. Carlos V; asimismo, el escudo de la ciudad de Lima, en el Perú, traía las iniciales de D. Carlos y D.ª Juana, en latín: K por KAROLVS e I por IOANNA. En 1508, por ejemplo, D. Fernando, regente de Castilla, concedió escudos de armas a 14 villas de La Española, entre los cuales, el de Puerto Plata traía, en campo de azur, una montaña de plata, puesta sobre ondas de agua de lo mismo y surmontada de las cifras F a la diestra y V a la siniestra. El yugo, por su parte, representa a D.ª Isabel (Ysabel), ya que al comenzar con la letra “y” recordaba el nombre propio de la monarca, que se inicia con la misma letra. Por su parte, la misma analogía se aplica para el mazo de flechas (frechas) con respecto de D. Fernando.
La imagen de Nuestra Señora de la Asunción, a su vez, es una representación de la Virgen María, madre de Jesucristo, según el credo cristiano; esta imagen evoca el momento en que María asciende a los cielos. La razón por la que aparece esta específica advocación de la Virgen María en nuestro escudo primado se puede encontrar en Félix de Arrate, quien dice: “quiso el cielo fuese conocida por la Isla de Santiago y del Ave María gozando la primera nomenclatura por su patrón, el que lo es de toda la monarquía española; y la segunda que le adquirió la entrañada devoción de los indios naturales, aun entre las oscuridades de sus errores gentílicos, a la Santísima Virgen nuestra señora…” Este mismo escudo constituyó base para el que luego sería el de la ciudad de Santiago de Cuba, presumiblemente concedido en 1518, organizado como escudo cuartelado en cruz y cuyos cuarteles segundo y tercero, traían la misma imagen de Nuestra Señora de la Asunción. Este escudo, luego de 460 años de uso continuo, fue sustituido por un diseño realmente desafortunado que no puede considerarse como un verdadero escudo de armas y que aún se mantiene vigente como emblema de la ciudad de Santiago de Cuba.
Más adelante en el tiempo, otro escudo de armas, también concebido para todo el país, aunque en su tiempo se dedicó a la Isla exclusivamente (obviando que el territorio de la nación cubana comprende más de una isla), irrumpió en el escenario político nacional y aunque nunca logró entronizarse como tal, ha quedado en la historia como pionero antecedente del siboneyismo y expresión de la búsqueda de una autoctonía distinta de la “impuesta” por el Estado colonial. Nos referimos al escudo que en principios de la segunda década del siglo XIX ideara el abogado independentista bayamés D. Joaquín Infante en su proyecto de Constitución, que tiene los méritos de ser el primero independentista y el primero que dedicase parte de su articulado a regular los símbolos nacionales. El antedicho texto destinó su artículo centésimo a describir el “sello de Estado”, que sería, según la trascripción que del mismo hace el Dr. Enrique Gay-Calbó:
“Artículo 100: El sello de Estado podrá reproducirse á un pequeño óvalo con el emblema de la América baxo la figura de una india, y él de la isla en particular baxo la de la planta de tabaco; porque aunque se dé en otras partes en ninguna es de tan excelente calidad. Alrededor habrá la inscripción: isla de Cuba independiente. El estandarte será la bandera con el sello de Estado en grande, en el centro”. (sic)
Como bien apunta el Dr. Avelino V. Couceiro, catedrático de la Universidad de la Habana, las alegorías femeninas en la Heráldica Cívica cubana nacen en función del poder colonia: la reina de España, el catolicismo, su arma ideológica colonizadora; pero ya el escudo de Infante representa un salto cualitativo sustancial dado el contexto: usa el mismo género pero ahora en una mujer prehispánica; es como si fuera una lucha ideológica al través de las alegorías femeninas. Es interesante, al estudiar este escudo, cómo se asocia el continente americano con una mujer prehispánica, precisamente en esa búsqueda de un elemento que fuera autóctono y distinto de la metrópoli, es decir, que nos identificara como algo distinto de quien nos gobernaba.
La versión que aparece en el precitado libro del Dr. D. Enrique Gay-Calbó es obra del pintor D. Jorge Hurtado de Mendoza, a quien debemos no sólo esta interpretación de las armas ideadas por Infante, sino muchas otras de los escudos cívicos cubanos y de disímiles banderas que únicamente nos es posible conocer gracias a su empeño. Sin embargo, la interpretación que hace Hurtado de Mendoza no es la correcta, ya que él dividió el campo que debió haber sido simple, y situó, además de la mujer prehispánica y las plantas de tabaco en la partición alta, el mapa de Cuba en la partición baja, con lo cual introdujo una figura extraña al diseño que concibió Infante. Al interpretar la descripción antes referida del escudo del revolucionario bayamés, debe tenerse en cuenta solamente a la mujer prehispánica y las plantas de tabaco, es decir, el mapa no forma parte del diseño heráldico, es una licencia de Hurtado de Mendoza que enrarece el diseño.
Otro escudo que muestra una mujer prehispánica es el del Caney, sobre el cual existen muy pocos datos: la imagen que se ofrece en este artículo del escudo de San Luis del Caney, también corresponde a Jorge Hurtado de Mendoza, pero en este caso, no debió haber incluido los celajes en el diseño, que únicamente debe mostrar a la mujer precolombina, el perro, el escudo de Castilla-León y detrás, la planta de plátano. El escudo del Caney data de la época colonial, aunque no se tiene noticias de su concesión; se dice que recrea la leyenda de la Má-Cubá durante la huida de los precolombinos ante la llegada de los conquistadores: sólo quedó una mujer que los acogió y trató. Domingo Figarola-Caneda expone en su conocido tratado de los escudos primitivos cubanos, que este escudo aparece en las “Crónicas de Santiago de Cuba”, recopiladas por Emilio Bacardí y Moreau. Sin embargo, y así lo recoge también el cronista de armas, según investigaciones del Sr. Alejandro Baralt, éste niega que fuera una mujer precolombina quien poblara el Caney, sino que D.ª María de la Ma-Cubá era casada con el cacique de Cuba, nombrado desde su bautismo como D. Alonso Rodríguez. Por lo tanto, no queda aún claro si la imagen de la mujer precolombina que aparece en el escudo representa a aquella pobladora del Caney o es D.ª María de la Ma-Cubá.
El escudo de Fomento, por su parte, muestra a una mujer en actitud guerrera, dispuesta a blandir el machete que porta en su mano a manera de enfrentamiento con una tropa española. La historia de esta mujer, que se llamó D.ª María de la Caridad Martínez, se confunde entre la leyenda y la crónica. Se cuenta que el padre de María de la Caridad conspiraba contra el poder colonial, y a pocos meses de iniciada la Guerra de los Diez Años, montó campamento en las cercanías de la zona y allí encontró resistencia de un batallón español que le dio muerte a él y a otros familiares de María de la Caridad, que al ver tal masacre, tomó en su mano un machete y dio muerte a algunos españoles, pero ante la diferencia de armamento, fue rematada con las bayonetas. El escudo de Fomento, a pesar de su claro contenido patriótico, se aparta notablemente de los usos y costumbres heráldicos, ya que más bien se trata de una recreación pictórica de un hecho histórico, más que una síntesis estilizada del propio hecho, más concordante con la organización heráldica.
El escudo de la ciudad de Victoria de las Tunas también muestra una mujer en esta acepción patriótica que venimos constatando. Fue diseñado en 1937 por la pintora D.ª Cruz Medina de la Cueva, y su causa fue un concurso que convocó el alcalde D. Gerardo Plasencia y Márquez con el fin de dotar a la ciudad de su propio escudo de armas. Al crearse la provincia Las Tunas a partir de la última división político-administrativa que sobrevino a la institucionalización del Estado cubano, ésta adoptó el escudo de su ciudad capital, conque existen en estos momentos dos corporaciones cívicas con el mismo símbolo, lo cual puede conducir a confusiones y viola el principio de exclusividad que debe caracterizar a cualquier símbolo, ya que no se sabría, al ser empleado por sus titulares, si se refiere a la provincia o a la ciudad. De cualquier manera, el escudo de la ciudad/provincia de Las Tunas muestra en su cuarto cuartel “en campo de azur (azul), una mujer vestida de blanco y con gorro de liberto a modo de corona, acostada de una planta de tunas, de sinople (verde) y oro (amarillo), a la diestra, y una torre de piedra, en ruinas, a la siniestra, el todo puesto sobre un terrado de sinople.
En atención al consagrado principio registral “PRIOR IN TEMPORE POTIOR IVRE”, debe reconocerse como legítima titular del escudo de Cruz Medina a la ciudad de Las Tunas y gestionar un nuevo escudo para la provincia homónima que, me permito proponer y cuyo dibujo aparece en esta obra, mantenga la figura de la mujer como elemento central del discurso heráldico. Se describiría esta propuesta del siguiente modo: en azur, una doncella de carnación (color de la carne), vestida con túnicas de plata (blanco) y coronada con un gorro de liberto, cargado de una estrella pentagonal de plata; la doncella toca con su mano diestra una planta de tuna, de sinople y frutada de oro, y con su mano siniestra una torre de plata, adjurada (esmalte de ventanas y puertas) de sinople; el todo sobre una terraza de sinople (verde).
El escudo de la ciudad de Holguín, concedido en 1832 por D. Fernando VII, es de una belleza y sobriedad inigualables. Trae en un campo simple de plata las imágenes de Nuestra Señora del Rosario y San Isidoro, patronos de la villa, que sostienen la Corona Real de España, y se encuentran sobre unas elevaciones. En Oriente, básicamente en la nueva provincia de Granma, también debe mencionarse el escudo de Manzanillo, que trae una interpretación de la Purísima Concepción de María, inspirada a su vez en la versión de Murillo, que ha ilustrado desde hace más de 300 años las insignias de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III (1774), que ostenta el actual escudo de Guanabcoa, en forma de Collar, desde que tal condecoración fuese otorgada a la localidad por D.ª Isabel II en 1837, pero que desde 1743 trae en sus armas la inscripción ASVMPCION, en referencia a la correspondiente advocación de Nuestra Señora, santa patrona y titular de la villa.
El escudo de la villa de San Antonio de los Baños es el único cubano que trae una flor de lis, que no es otra cosa que una estilización de la flor del lirio, que a su vez representa a María Virgen, es por eso que a San José, por ejemplo, se le representa con una vara de lirio como aparece en el escudo de la villa de San José de las Lajas, adoptado en 1941. El escudo de San Antonio trae un diseño cortado, en cuya partición alta recrea el escudo español: torre de oro en campo de gules (rojo), león de gules en campo de plata (blanco), y un entado en punta con una flor de lis de azur en plata, en lugar de una granada, como aparece en el escudo del Reino de España.
Ya se han estudiado elementos religiosos que son al mismo tiempo alegorías femeninas en nuestros escudos cívicos, pero es posible encontrar alegorías femeninas en la Heráldica Eclesiástica cubana, y el primer escudo que debe mencionarse es el de la diócesis de Guantánamo-Baracoa, cuya patrona es Santa Catalina de Ricci, que aparece en el escudo diocesano como una mujer en hábito de monja, sosteniendo una cruz con el Redentor crucificado. En perspectiva se muestra la cruz de Parra, el yunque de Baracoa y el sol naciente, todos elementos que identifican a la región.
El actual escudo de la diócesis fue organizado por su primer obispo: Su Ilustrísima Señoría Mons. Carlos Jesús Baladrón y Valdés (1998-2006), en cuya sede fue sucedido por Mons. Wilfredo Pino y Estévez. El problema del escudo de la diócesis, como otros tantos aquí mencionados, es que no se ajusta a los parámetros heráldicos, y en consecuencia, se convierte en un escudo muy desafortunado. Se ha querido remediar este problema al proponer a las autoridades diocesanas un nuevo diseño que, hasta el momento, no ha tenido ninguna acogida, pero que mantiene la misma simbología del actual con una organización más coherente con los principios que informan la composición heráldica, muestra de lo cual es la sustitución de la imagen de Santa Catalina por una rueda dentada, instrumento con el que fuera martirizada y que hoy día la identifica universalmente.
Su Eminencia Reverendísima Mons. Jaime Lucas Cardenal Ortega y Alamino, Arzobispo de San Cristóbal de la Habana y Su Ilustrísima Señoría Mons. Juan de la Caridad García, Arzobispo de Camagüey y actual Presidente de la Conferencia de Obispos Católicas de Cuba, junto a las variantes de la letra M de los Obispos de Pinar del Río y Holguín, son acaso los prelados que con mayor originalidad tratan las alegorías femeninas en sus respectivos escudos de armas. El escudo del señor Cardenal tiene constantes alegorías a Nuestra Señora: muestra una estrella refulgente de oro, que representa a la Virgen María; pero además, es curioso el hecho que la imagen que muestra este escudo se conoce como pelícano en su piedad, o piedad solamente, y recuerda sin lugar a dudas, a la piedad de María, cuando sostiene en sus brazos a su hijo herido; además, aunque se sabe que en realidad el pelícano no se hiere el buche para alimentar a sus polluelos, es innegable que este hecho represente el amor por sus hijos, es decir, CARITAS, que a su vez coincide con la advocación de la Virgen proclamada por Su Santidad Juan Pablo II como patrona de Cuba (MATER CARITATIS), en 1998, y que en definitiva se representa con la imagen de una mujer. El escudo de Mons. García, por su parte, trae en el centro de la cruz la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, patrona de la archidiócesis.
Aunque las alegorías femeninas en la Heráldica Eclesiástica son muy frecuentes, lamentablemente, en el caso de la cubana, son todas semejantes, y pongo por ejemplos los escudos de Sus Ilustrísimas Señorías Mons. Alfredo Petit y Vergel, Obispo auxiliar de la Habana, Mons. Domingo Oropesa y Llorente, Obispo de Cienfuegos, Mons. Dionisio García e Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Mons. Pedro Meurice y Estíu, Arzobispo emérito de Santiago de Cuba. Todos traen la imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, éstos dos últimos con una técnica demasiado irreverente con la estilización y pautas que deben caracterizar los muebles y demás figuras de los escudos de armas. La imagen de la Caridad del Cobre más antigua que hemos podido localizar se halla en el escudo de Mons. Pedro González y Estrada, Obispo de la Habana.
Aunque no pertenece propiamente a la Heráldica Eclesiástica cubana, probablemente el escudo de armas de Su Santidad Juan Pablo II (1978-2005) ha sido el escudo papal más divulgado en nuestro país; por citar tres ejemplos, se encuentra en la nave izquierda de la S.M.I. Catedral de la Habana, por la senda que inaugura Santa Bárbara; en el patio izquierdo de la S.I. Catedral de Holguín, y en el interior del convento del Santísimo Salvador de Santa Brígida; además, circulan entre católicos y no católicos rosarios y otras piezas litúrgicas en las que se encuentran grabadas las armas de este Pontífice. Y se trae a colación en esta nota toda vez que en dicho escudo se muestra también una alegoría femenina: la M de oro, es decir, de color amarillo, que representa a María, de la que el Santo Padre fue devoto. Y hay más: la M de oro en campo azur fue también el diseño que escogió Su Ilustrísima Señoría Mons. Enrique Serpa y Pérez, Obispo de Pinar del Río, en el jefe general de su escudo, acaso inspirado en el diseño de S.S. Juan Pablo II, y como dato curioso, las particiones de las armas de este obispo evocan las del escudo de la República, así como su último cuartel, que recrea un “clásico” paisaje cubano a partir del valle de Viñales, en el que se sustituye la palma real por la cruz de oro. Las interpretaciones de la M también pudieren llegar hasta el escudo de Mons. Emilio Aranguren y Echevarría, Obispo de Holguín, que la trae “confundida” en los penachos de la palma real, que a su vez se sitúa sobre los cinco lau-burus puestos en sautor, que representan su ascendencia vasca.
Es evidente, por lo tanto, que las referencias a la feminidad no son tan escasas como se pretende hacer creer, sino que son disímiles y relativamente abundantes, tanto en la rama cívica de la Heráldica como en la eclesiástica. De cualquier manera, nos enfrentamos a un patrimonio que desafortunadamente no se estudia; las autoridades civiles ni las eclesiásticas, salvo dignísimas excepciones, tienen el menor interés en preservar, atesorar y desarrollar esta tradición que condensa nuestras identidades locales y personales, y constituyen identidad en sí mismas. Si no se atiende este patrimonio, llegará un momento en que desaparecerá, y no sólo ello, es decir, no sólo deberemos enfrentar el doloroso escenario de la desaparición de la Heráldica como fenómeno vivo, sino que no constarán registros de los escudos antiguos, con lo cual, se habrá perdido una parte de nuestra más viva tradición cultural.
Referencias en Internet
MOLINA PORRAS, Aliex.
http://www.almamater.cu/diversos/pag06/heroina.htm “La heroína del escudo”.
HARTEMINK, Ralf.
http://www.ngw.nl/ Internacional Civic Heraldry
NOTA: Las imágenes de los escudos del Caney y Fomento han sido tomadas de la colección de escudos de armas dibujados por D. Jorge Hurtado de Mendoza, que se conservan en la Fototeca del Archivo Nacional de la República.
1 comentario:
Publicar un comentario